4/3/13

WERTHER : Breviario de Amor



Hace ya años, le regalé a uno de mis hijos el WERTHER de J.W. Goethe (suelo regalar siempre a la gente los mismos libros: Quijotes, cosas de Shakespeare, poemarios de Ausiàs, Cernudas, Cavafis, y el Werther…) y le recomiendo que haga Vd. lo mismo, que vaya corriendo a una librería y le regale a su hijo o a su hija un Werther.

Nadie que no haya amado intensamente puede entender ese libro. Es momento, pues, de que lo pase Vd. a sus hijos –seguro que ya han amado a alguien intensamente– para que ellos aprendan de Vd. y Vd. de ellos que la vida sin haber amado intensamente es un chiste de mal gusto, que la vida, vivida para “triunfar” es lo más absurdo del mundo; que lo más grande que podemos llevarnos a la tumba es haber amado como locos.

Werther no es el único amador del mundo. Su caso se repite, es un bien común, pues la pasión no es en modo alguno una “invención poética”, como muy bien nos muestra ese libro: la pasión es patrimonio –por fortuna– de los muy cultos y de los sin cultura. Nadie es  tan ignorante –quiero pensarlo así– como para no haber sentido nunca una pasión auténtica. Podría decirse que esa es la verdadera medida del ser humano, y yo no llamaría “ser humano” (perdone Vd. por esta afirmación tan rotunda) a aquel que no haya amado intensamente.

Haga como le digo, se lo ruego: compre mañana ese libro para que lo lean sus hijos. Hágalo urgentemente. Es lo mejor que puede regalarles. Tuve la suerte de crecer junto a unos padres de corta economía –pero de muy larga cultura– que me regalaban libros y teatros de cartón para que yo aprendiera a montarlos. Y hasta recuerdo que mi abuela Delfina (como maestra de escuela que había sido) me obligaba a leer (y lo hacía teniéndome sentado o amarrado, junto a ella) cosas de Goethe y hasta de Tolstoi (siempre la tuve por algo rara) y hoy entiendo el regalo que me hacía con su “exigencia”. Hoy lo entiendo, claro está, porque es ahora cuando puedo entender que estamos obligados a mostrar a nuestros hijos el mundo. Y el mundo es menos mundo sin libros, sin haber amado intensamente como Werther lo hace en su Breviario de amor…