25/8/08

¿Miedo escénico?

Nos hacen preguntas, a menudo, sobre el miedo que se puede llegar a sentir en el escenario .Es una pregunta recurrente de los que no se dedican al oficio de actuar. De hecho existe ese miedo, y tiene nombre: “pánico escénico”.
Cuando, tras alguna actuación con mis alumnos, me pregunta alguien por ese fenómeno suelo contestar con un poco de sentido del humor y con un poco de verdad que en pleno siglo XXI, lo que da miedo es la vida, que el escenario es un remanso de paz.
De hecho, cuando tras el último aviso, quitan la luz de la sala y dejan al espectador a oscuras, pensamos “allá voy, es mi turno”, y podemos respirar tranquilos, construyendo poco a poco el personaje que tenemos que interpretar, centrándonos en nosotros mismos, entregándonos apasionadamente a la difícil tarea de hacer vivir sobre el escenario emociones que antes no estaban.
Es en ese momento - más de “responsabilidad” que de miedo- cuando nos vestimos con ropas nuevas, gestos nuevos, cuando nos ponemos las prendas que los personajes llevan y sentimos su calor, y comenzamos a movilizarnos ,sintiéndonos acompañados en el bosque que la escena puede llegar a ser, sintiéndonos guiados por la luz que los personajes tienen. Una luz que nosotros absorbemos hasta sentirnos plenamente iluminados…Y , de pronto, cesa el miedo. Y comienza un proceso creativo que es ,acaso, “egoísta” en tanto que nada de afuera nos concierne, nada ajeno al escenario nos importa en ese momento de recogimiento artístico, de transformación estética que, de pronto, deviene en acto generoso, en forma de entregarnos a los demás, haciéndoles partícipes de nuestro proceso creativo.
A eso vienen los espectadores; quieren ser testigos de nuestro arrojo, no de nuestro miedo, que por obra del arte, se transforma en una energía que ellos perciben y quieren también ser testigos de nuestro grado de compromiso, y quieren –ávidos- ver nuestras propuestas, nuestra manera de transformar el entorno, nuestra capacidad de que todos _ ellos y nosotros_ podamos trascender la mediocridad que sin el arte nos aniquilaría, de que podamos rescatar arriba del escenario lo que acaso la vida nos niega cada día.
No da miedo el escenario. Da miedo la vida, ésa forma de vida llena de espanto que entre todos hemos creado a nuestro alrededor.

MANUEL ANGEL CONEJERO
(Teatro/Escuela de la Fundación Shakespeare)