18/1/10

“Una Noche en la Ópera: M. Butterfly , o la construcción del personaje”


“Una Noche en la Ópera: M. Butterfly , o la construcción del personaje”

Por Manuel Ángel Conejero (*) Valencia, enero 2010.

Hace unos días tuve la oportunidad de estar en el Palau de les Arts viendo una Madama Butterfly (ni la mejor ni la peor que uno pueda ver: una discutible dirección escénica de Trelinski) y me hizo reflexionar sobre la grandeza de las buenas óperas como cuando en el teatro tenemos la oportunidad de ver a la más grande de las tragedias, el cénit de lo trágico.

Es extraordinario ver cómo la soprano, en este caso, va construyendo un personaje maravillosamente “excesivo”, convirtiendo el canto de un amor que no vemos –que no se produce de verdad en escena- en un himno lírico-amoroso de tal envergadura que hace que veamos crecer ante nuestros sorprendidos ojos uno de esos personajes que son toda una referencia en el repertorio universal.

La partitura y el argumento están en la base., claro está. Incluso la orquesta, y el director y todo lo demás .Pero la intérprete tiene que levantar ella misma, con su descomunal esfuerzo, un monumento lírico desde el deseo , el puro deseo de hacer arte, y desde su capacidad e impecable oficio. Y tiene que hacerlo de forma súbita. En el acto, como si se tratara de una emergencia, sin que siquiera haya un desarrollo emocional o sicológico que ayude a entender lo que sucede en escena, porque lo que sucede –las razones de amor que estamos viendo- tiene lugar de forma repentina, de forma dulcemente arbitraria.

Oímos cómo Butterfly canta, con desgarro, palabras de amor cuando apenas ha habido tiempo para entender por qué ama de forma desesperada a un individuo que no da la talla, que la abandona apenas conocerla, que nos resulta hostil como personaje. Pero eso no importa, porque lo ama y punto .Así es el arte. No hay razones. O las hay, pero son las razones del arte, que construye el amor más grande que hayamos conocido, precisamente desde la ausencia del mismo .No hay razones –digo-no hay lógica, pero el arte, Butterfly no están hechos con parámetros domésticos sino desde el “exceso” lírico y dramático, desde un exceso deliciosamente arbitrario y caprichoso que ignora nuestra forma de entender las cosas, nuestras maneras inflexibles no hechas a la altura de la circunstancia artística.

El arte no da razones. No tiene que hacerlo. El arte es otra cosa. Y nosotros lo aceptamos con reverencia. Y nosotros, el público, nos transformamos – Butterfly es el “medio”- y sufrimos con la angustiada mariposa y amante desbordada, una peculiar metamorfosis emocional que nos hace sentirnos grandes, al nivel de la obra, al nivel de las soberbias notas de Puccini, en este caso, o del compositor de que se trate.

Fue una noche magnífica. Ni la mejor posible. Ni la peor. Una noche de ópera disfrutando de una soprano entregada (Oshana Dyha) , de una mezzosoprano sólida (Marianna PIzzolato) y de un Lorin Maazel que demuestra ser el maestro de siempre, la batuta privilegiada… y pensé que es un privilegio que podamos disfrutar de una noche especial , una noche en la ópera.

(*) Miembro del Consell Valencià de Cultura , director de la Fundación Shakespeare y TEATREjove.